El mundo escudriñado detrás de una barra.

Al otro lado

Cuando era pequeño quería ser un astronauta, bueno, he hecho a más de uno ver las estrellas pero no a través de un trasbordador espacial y he conocido seres que bien podrían venir de un planeta lejano, o al menos eso es lo que desearían ellos.

Recuerdo esto, mientras paso la fregona por el local y borro todas sus huellas, para que todo vuelva a estar igual a como empezó, mi particular big bang.


Muchas de estas personas ya estarán durmiendo plácidamente y no recordaran nada de lo que han hecho hoy, por mi parte, mi misión es la de ser la gran conciencia que atestigüe su paso por este mundo.

No pretendo ser dios, no soy mejor que ellos, juntos formamos un gran club de perdedores condenados al olvido, sin embargo, paro un momento y miro las noticias en la tele y me doy cuenta de que el mundo ahí fuera no es un lugar mucho mejor, lo que pasa aquí no es más que una reproducción a pequeña escala del mundo exterior, algo en mi interior me dice que se puede encontrar la cura dentro de la enfermedad, estas vidas anónimas son el verdadero reflejo de nuestra sociedad, y no la gente que aparecerá en los libros de historia.

Tratare de ordenar el cosmos desde detrás de la barra.

sábado, 14 de enero de 2012

Samira

No sé si recordareis a Samira, fue la mujer que permitió a Ricardo descubrir su cáncer de próstata; Samira no es una enfermera, su profesión es mucho más antigua, es una prostituta y la forma en que Ricardo empezó a sospechar que tenía cáncer fue después de un mete-saca acelerado tras el que encontró una mezcla de semen y sangre en su condón.

Pero volvamos a Samira, no os creáis que conozco a Samira porque yo también frecuente la güisquería del barrio; aunque quisiera no podría, con lo que gano me da lo justo para mantener el bar y llegar a fin de mes, pero hubo un tiempo en el que las cosas me iban mucho mejor; incluso pude permitirme poner un anuncio para buscar una camarera que me permitiera ir menos estresado con el curro y, de paso, darle una mejor imagen al local. Una cara bonita siempre hace que vengan más clientes y de mejor humor.

Así fue como conocí a Samira, ella acababa de llegar de Marrakech en busca de una vida mejor. Recuerdo que desde el primer momento su exótica belleza me conmovió, los ojos más negros que jamás he visto iban a juego con su larga y oscura melena; tras intercambiar unas palabras y ver que se defendía medianamente bien con el español, decidí contratarla y ya la tenía al día siguiente poniendo copas en el bar.



Aquello fue un éxito inmediato, la clientela masculina aumentó considerablemente y todos querían que fuera Samira quien le sirviera la copa; además ella se desvivía por el negocio, siempre atendía a los clientes con una sonrisa y el mejor humor, incluso tenía arte para saber darles puerta a los malos bebedores cuando empezaban a alborotar.

Aunque la labor de Samira se limitaba a servir las copas, ella tan servicial, después de cerrar me ayudaba a limpiar el local y dejarlo todo en orden, reconozco que estaba maravillado con aquella chica y no era ajeno a sus encantos, tonteaba con Samira y ella se mostraba muy receptiva, así al cuarto día de trabajo nos liamos; una cosa llevo a la otra y terminé acostándome con Samira, aquel fue uno de los mejores polvos de mi vida, no sé si apoteósico será la palabra más exacta para definirlo, pero es la única que se me ocurre; para mi sorpresa descubrí las sabanas manchadas de sangre, Samira había perdido su virginidad conmigo y aquello iba muy en serio.

Al día siguiente, tras poner el cierre al local, nos miramos los dos fijamente y saltaron las chispas, los dos nos moríamos de ganas de volver a hacerlo y habíamos estado conteniéndonos toda la jornada; esta vez lo hicimos dentro de mí bar donde tan solo unas horas antes habíamos estado atendiendo a muchísima gente. El sexo con Samira era salvaje y frenético, follábamos como conejos, a todas horas y siempre que podíamos.

Tras la primera semana, yo estaba perdidamente enamorado de Samira y ya hablábamos del matrimonio. Una buena boda no es barata pero uno de los sueños de Samira era casarse de blanco, teníamos que ahorrar y seguir manteniendo unos buenos ingresos en el bar; por mí parte me hacía ilusión que el local pasara a ser de los dos, quién sabe, quizá un negocio familiar…

Con la rutina el sexo con Samira dejo de ser tan apasionante, al menos para mí. Confieso que no era capaz de satisfacer las insaciables ansias sexuales de esa mujer, pero la clientela seguía acudiendo numerosamente al local y Samira los atendía con su envolvente simpatía, hasta el punto de que en algún momento tuve que llamarle la atención a algún cliente que empezaba a propasarse con mi ingenua novia.

Haciendo balance vi que las cuentas cuadraban, para el año siguiente podríamos pagarnos una boda por todo lo alto. Mis padres no cabían en sí de la emoción, su único hijo iba a acometer el más sagrado de los votos, cierto es que no aprobaban mucho a mí novia, pero Samira siempre trataba de agradarles hablándoles de la rica cultura árabe de su país.

¿Cómo terminó aquello?, simple y llanamente aquello terminó de la noche a la mañana, Samira no vino a trabajar y yo estuve preocupado por ella durante tres días hasta que se dignó aparecer. Tampoco me dio muchas explicaciones, solo me dijo que lo nuestro no funcionaba y había encontrado un empleo mejor remunerado.

La clientela bajó a la misma velocidad con la que había subido, sin embargo, los habituales del local siguieron viniendo con asiduidad y, gracias a sus habladurías, logré enterarme del nuevo oficio de Samira, quizá por fin pueda conseguir su sueño de casarse de blanco.