Lola y su marido también tenían un bar en el barrio, pero Lola se lo bebio literalmente. El bar no es lo único con lo que terminó Lola, ya que hace un par de años su marido murió cansado de aguantar a una alcohólica. Pese a ser una borracha, Lola presume de nunca haber bebido estando sola, supongo que es por la compañía por lo que pasa casi más tiempo en el bar que yo. Lola parece no saber vivir en el mundo exterior, culpa a ese mundo en crisis de sus desdichas, pero la verdad es que antes de que todo esto estallara, Lola ya era una alcohólica y una pobre desgraciada.
Una pensión de viudedad da para un montón de cañas al mes. Bebe siempre cerveza porque si bebe otra cosa no llega consciente al medio día. Aunque bajo su criterio no tengo ni puta idea de tirar una caña decentemente, ella se las bebe como si fuesen a prohibirlo mañana, cosa que no descarta después de que hayan prohibido fumar en los bares. La ley antitabaco ha dejado como mayor damnificada a la pobre Lola, ya que para ella el bar es su casa. Desde que llegó el 2011, Lola se fuma un paquete y medio de “Ducados” al día en la puerta. A última hora, cuando estamos barriendo, bajamos el cierre y la dejamos fumar dentro. Hace cosa de un mes un joven la llamó maleducada por incumplir la ley, a lo que Lola reacciono tirándole un vaso en la cabeza, suerte que estaba demasiado borracha para acertar y el vidrio aterrizo en la foto frontal de la anacrónica máquina de tabaco, derramando lo que quedaba de cerveza por un lejano bosque.
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