Toni es un ejecutivo de éxito que trabaja en una conocida cadena de televisión. Siempre que su “cadena” se lo permite, le gusta escaparse al bar para pasar la tarde tomando gin tonics y metiéndose unas cuantas rayas. Pese a estar justo al lado de su trabajo nunca va andando y siempre deja mal aparcado su Maserati en la misma puerta. Así, cada uno de los clientes que entren sabrán qué tipo de persona es ese desconocido trajeado que invita a copas a los mismos “famosetes” que pueden ver en la TV del bar en riguroso diferido.
Pese a que siempre intenta “merendar” en compañía, muchos días pasa casi toda la tarde solo, entonces suele centrarse en intentar quedar con alguna clienta para llevarla otra vez a uno de esos hoteles donde la habitación tiene el parking incorporado. Últimamente todas le dan largas. La idea de que una mujer prefiera a cualquier palurdo de barrio en vez de a él le enferma y le dan ganas de estrellar su gigantesca copa en la estúpida sonrisa de cualquiera de esas zorras. A última hora de la tarde, por mucho que se la atuse, le es imposible domar su canosa melena y todo el bar es testigo de su clara crispación. Entonces suele montarse en su coche e ir hacia su vivienda unifamiliar; no le importa llevar unas copas de más, sabe que nunca le parará ninguna patrulla si va conduciendo un Maserati, y eso le hace sentir bien de nuevo.