El mundo escudriñado detrás de una barra.

Al otro lado

Cuando era pequeño quería ser un astronauta, bueno, he hecho a más de uno ver las estrellas pero no a través de un trasbordador espacial y he conocido seres que bien podrían venir de un planeta lejano, o al menos eso es lo que desearían ellos.

Recuerdo esto, mientras paso la fregona por el local y borro todas sus huellas, para que todo vuelva a estar igual a como empezó, mi particular big bang.


Muchas de estas personas ya estarán durmiendo plácidamente y no recordaran nada de lo que han hecho hoy, por mi parte, mi misión es la de ser la gran conciencia que atestigüe su paso por este mundo.

No pretendo ser dios, no soy mejor que ellos, juntos formamos un gran club de perdedores condenados al olvido, sin embargo, paro un momento y miro las noticias en la tele y me doy cuenta de que el mundo ahí fuera no es un lugar mucho mejor, lo que pasa aquí no es más que una reproducción a pequeña escala del mundo exterior, algo en mi interior me dice que se puede encontrar la cura dentro de la enfermedad, estas vidas anónimas son el verdadero reflejo de nuestra sociedad, y no la gente que aparecerá en los libros de historia.

Tratare de ordenar el cosmos desde detrás de la barra.

viernes, 28 de septiembre de 2012

Agatha y Prudencia


Era una tranquila tarde de septiembre, los 28º de la calle apenas se hacían notar en el bar, las melodías de una máquina tragaperras incentivada por las monedas de Atilano eran nuestra sedante banda sonora mientras el verano insistía en prolongarse hasta el mes de octubre, de repente el oscuro local se inundo de luz, alguien acababa de entrar y con ello había elevado la media de edad considerablemente.

Nada menos que la madre de Valentín, su hijo se puso colorado como un tomate al verla y despegó inmediatamente su temblorosa mano del whisky, como si no fuera para él; su madre le explicó que por lo visto habían cerrado la pastelería a la que solía ir a tomar el té con Prudencia, y habían tenido la ocurrencia de ir a hacerle compañía a su solitario hijo. Era evidente que Valentín no estaba cómodo con aquellas dos señoras y, tras unos minutos de cortesía, se despidió aludiendo a que debía corregir unos exámenes (pese a que el año lectivo apenas acababa de empezar…), entonces Agatha y Prudencia se sentaron en una de las mesitas junto a la ventana y sobre ellas reposaron sus bolsos.

Mientras servía el té a aquellas señoras, Agatha me preguntó si podía sacarle unas pastitas para acompañar; bueno…, lo cierto es que no tenía nada de eso, nunca lo había tenido porque mi bar estaba enfocado a otro tipo de público, pero justo en ese momento recordé que Dafne me había traído una caja de “brownies” de su viaje a Ámsterdam, coloque los bizcochos sobre una bandeja plateada y se los serví ante sus miradas de satisfacción, quizá me tachéis de moñas pero me encanta ver esa cara en mis clientes.





Si antes eran las melodías de la tragaperras la banda sonora del local, ahora solo se oían las sonoras carcajadas de Agatha y Prudencia…  No sé que estarían hablando las alegres jubiladas pero lloraban de la felicidad.

Nuevamente, se hizo la luz en la oscuridad del bar y las caras de Agatha y Prudencia se tornaron en disgusto mientras Patrick entraba con cinco gafas de sol sobre su cabeza, al menos un centenar de pulseritas en sus brazos y un maletín lleno de relojes de imitación… “¡¡¡UN NEGRO!!”, fue el saludo descortés de Prudencia, constatando el color de la piel de Patrick como si fuera un hecho imperceptible para el resto; este senegalés había venido a España lleno de ilusión para ahora tener que malvivir gracias a la venta ambulante de baratijas (quizá otro día os hable de él); a Agatha se le cayó la taza de té y ambas se quedaron rígidas y silenciosas hasta que Patrick volvió a salir del local apesadumbrado por la evidente mentalidad retrograda de las ancianas. A ambas se les escapo una risita ahogada por poco tiempo, pues rápidamente iría en aumento e incluso se vería amplificada; sin duda, volvían a estar completamente desinhibidas y ya se podían oír a Agatha hablando del miedo que había pasado o a Prudencia tratando de averiguar si su compañera había notado el mal olor que emanaba el africano… Ya no quedaba ni un solo “brownie” en la bandeja y casi todo el té estaba desparramado por la mesa, por supuesto mi disgusto era evidente. Aquello era un show dantesco e incluso Atilano sintió vergüenza ajena, abandono el vicio y se fue a su casa; tampoco podía echarlas, así que decidí pasar la fregona para ver si comprendían que allí estaban de más…; y por supuesto no lo entendieron, sino que me dijeron “niño, ¡sácanos un plato de jamón serrano!” …  Joder, odio que me hablen de esa manera…, dudo mucho que a nadie le guste, ¡que cojones!

Les puse un plato de jamón con bien de grasa a aquellas puercas, si querían blanco allí lo iban a tener.  Solo en los documentales había visto a las hienas comer con tanta voracidad… Mientras engullían el alimento ruidosamente pude deleitarme escuchando algunos otros comentarios: lo bien que se estaba con el “caudillo”, lo importante que era mantener la familia y la pureza de raza (pese a que Prudencia no tenía hijos y a Agatha le había salido un completo pusilánime) o incluso como nuestro actual presidente, el bendito Rajoy, había sido “abducido” tras su viaje a Méjico, por lo visto aquel era un país masón y los masones querían dominar el mundo con sus siniestras argucias…; como si no fuera bastante con la que estaba cayendo…

Esa misma noche estuve en el piso de Dafne y me explicó que aquellos “brownies”  los había comprado en un “coffee shop” y por lo visto estaban rellenos de marihuana, gracias a dios al comer el jamón los efectos habían disminuido; ya era noche cerrada cuando las señoras se fueron del bar mientras halagaban mis productos y como daba gusto que todavía hubiera negocios regentados por españoles.

Al día siguiente vinieron con Agatha y Prudencia nada menos que otras ocho señoronas de la misma calaña,  también querían probar aquellos deliciosos bizcochos, yo me excuse… “ya no me quedan más” , pero sÍ les saque un plato de jamón, esta vez lo corte de una pata en estado de semiputrefacción para ver si por fin captaban la indirecta; por supuesto nunca volví a verlas por aquí, aunque de vez en cuando, Valentín me informa de que su madre está interesada en saber si he vuelto a recibir bizcochos.

lunes, 17 de septiembre de 2012

Dafne

Su piel era blanca como la leche, cabello rubio recogido con una coleta y una camiseta bastante holgada de Violadores del verso que hacía intuir unas tetas enormes, unos pantalones de senderismo Decathlon y unas zapatillas DC blancas; su forma de vestir era como ponerle un marco de Ikea a un Miguel Ángel. 

Dafne abrió la puerta de un bar lleno a rebosar. Era la final de la Copa del rey del año 2011, jugaba el Real Madrid contra el Barcelona y a Dafne la acompañaba una morenita que tampoco estaba nada mal. Desde el primer momento no pude evitar centrar mi mirada en ella; como si el destino estuviera de mi parte, la rubia también se fijo en mí y nos miramos a los ojos con intensidad, sin desviar ni un ápice la mirada hacía el televisor, Dafne y su amiga llegaron hasta la barra, y yo me olvidé hasta de que era el barman ; como un idiota me presenté ante ella con dos besos, ella me devolvió a la cruda realidad al pedirme dos jarras de cerveza que ellas beberían apasionadamente y a gran velocidad sin volver a reparar en mi presencia ni por un instante… Solo volverían a dirigirse a mí al terminar la cerveza para pedir otras dos… 

Mientras los dos rivales llegaban a la prórroga, Dafne y su amiga no paraban de reírse y hacer bromas, cantaban “alcohol, alcohol, alcohol… A algunos les molestaba, otros las acompañaban a viva voz… Al fin y al cabo el duelo entre aquellos multimillonarios equipos empezaba ya a estar un poco trillado…




Dafne se fue un momento al baño y al volver parecía renovada, esta vez quería que las invitara a unos chupitos… No soy muy dado a invitar a nada, pero lo entendí como pago por no haberles quitado el ojo de encima en toda la noche. Más tarde, al inspeccionar el baño encontré un polvo blanco, eso explicaría que Dafne y su amiga fueran capaces de soportar tal desmesurada ingesta de alcohol; se lo pregunté al terminar el partido, cuando nos quedamos solos los tres, Dafne no solo no lo negó sino que me pregunto si estaba interesado en comprarle cocaína… Me sorprendió tanto que no pude evitar una sonora carcajada, le contesté al vacile replicándole que no creía que llevara suficiente “farina” encima como para pagar todo lo que se había bebido… Seguidamente le pedí que me pagara en efectivo aquella increíble suma de jarras, cubatas y chupitos, cosa que hizo en el acto con unos cuantos billetes arrugados mientras me indicaba chulescamente que me quedara con el cambio. La verdad es que si no hubiera estado tan buena las cosas hubieran sido muy distintas… 

Se hizo tarde y eché la persiana; aun acompañaría a Dafne unas horas, nos fumamos un porro en el local cerrado, luego caminamos hacia su casa, hacía su dormitorio y finalmente hacia su pelvis, azuzada ella por la mierda que se había tomado y yo por cierto enamoramiento; nos apareamos como monos en celo y, al terminar de corrernos, bromeé al decirle que no estaba nada mal para un miércoles… Ella sonrió agotada y se quedó dormida, yo la arropé de forma paternalista (volvería a ejercer ese papel muchas más veces de las que me gustaría) y me fui a mi casa donde con la ducha llegaron los recuerdos y la inevitable paja.

Así comenzamos a vernos esporádicamente, aunque algunas veces acabara pidiéndole un taxi porque se había puesto demasiado alegre, demasiado pronto…, aunque tuviera que advertirle que no podía hacer trapicheos en mi local, aunque a veces su aspecto fuera fantasmagórico, aunque se fuera de viaje a Italia, Malta, Marruecos… A la menor ocasión y sin ni siquiera mandar un simple sms… Al volver, con la piel tostada por el sol, resplandeciente…, se me olvidaba toda la cantidad de mierda que me hacia tragar con sus locuras.

Lo cierto es que esta ciudad no estaba hecha para ella y las cosas se estaban poniendo cada vez peor: más redadas, menos beneficios y peores clientes… Al final, como tantos españoles ha tenido que emigrar, aunque en este caso haya sido a un destino turístico, donde por lo que se ve le va bastante bien. 

Dafne, esta va por ti… 






lunes, 6 de febrero de 2012

Valentín

Lo primero que me gustaría destacar de Valentín es que este hombre, a lo último que hace honor es a su nombre; el bueno de Valentín es un cobarde, un cobarde redomado.

Y es muy consciente de ello; Valentín, siempre esta apenado y cabizbajo, la mayoría de las veces rechaza el contacto visual a la hora de pedirme que le ponga un “whisky on the rocks”,  su bebida favorita que se lleva siempre a la boca con la mano temblorosa;  puedo notar que me teme y eso que todo el mundo sabe que yo soy un pedazo de pan, mi faceta de cabroncete la libero a través de estas líneas, porque el resto del día soy una persona ejemplar, un ángel protector, el benefactor de todas estas ovejas descarriadas.

Ese no es el problema de Valentín, si vive atemorizado tiene muy buenas razones para ello. Yo no sé qué sería antes, si la actitud abúlica de Valentín o las putadas (en el sentido más estricto de la palabra) que le gastan constantemente. 9,9  de cada 10 matones de instituto elegirían a Valentín como su víctima preferida, con la certeza de que sus torturas no les van a reportar ningún perjuicio y si muchos momentos de placer sádico y demencial.

Lo bueno del acoso escolar o Bulling (palabreja que, mire usted, ahora se ha puesto de moda), es que una vez que terminas los estudios pierdes de vista para siempre a toda esa panda de malnacidos hijos de la gran puta que te hicieron la vida imposible durante ese reducido periodo de tu vida, pero hasta para eso Valentín ha tenido mala suerte;  él nunca perderá de vista a sus torturadores, todo lo contrario, ellos irán rejuveneciendo, aprenderán nuevas formas para humillarle, serán tecnológicamente más hábiles,  ahora,  ya pueden difundir por internet las vejaciones que sobre él se cometen, ponerle además una melodía graciosa de fondo que resalte aun más el patetismo, incluso, si  llegara a pensar en librarse por una vez de la quema, editaran sus palabras, harán un montaje burlesco que le deje a la altura del betún y luego cogerán todo este material audiovisual y lo difundirán por la red global. Sus familiares y personas más cercanas repudiaran todavía más a su persona y con ellos también, completos desconocidos, gentes de todas partes del mundo disfrutaran de su desdicha. 

Valentín, ira volviéndose cada vez  más viejo, débil, loco y torturado; cada vez es más víctima y menos persona, porque Valentín, por si todavía no lo habíais advertido, es un profesor de instituto y el azar ha querido que se junten  uno de los institutos más conflictivos de la ciudad con una de las personas con menos personalidad que este humilde barman haya visto jamás.


En  sus clases pueden cuestionar su liderazgo, sublevársele, ponerle la zancadilla, burlarse constantemente desde el momento en que empieza a pasar lista, ponerle motes (aunque en realidad tiene un mote perpetuo que se trasmite por el boca a boca, de generación en generación y que por respeto y caballerosidad será obviado en este texto), lanzar papelitos en llamas, impedirle dar la clase, pedirle sutilmente que les enseñe las canciones que le obligaban a cantar cuando iba al colegio (véase “Cara al sol”) y así podríamos seguir con una lista interminable.

Si quieren que les dé mi opinión, ya podría el bueno de Valentín enseñarles otras prácticas de los docentes de su época, como por ejemplo, el dar dos ostias sin venir a cuento.

Una vez  terminaba con la clase se marchaba tranquilamente en su coche...  hasta que uno de sus queridos alumnos decidió que sería muy gracioso tapar el tubo de escape del bólido con un preservativo bien sujeto, cuando  Valentín arranco el coche aquello empezó a inflarse ante las risas del gentío, desde el asiento del piloto, Valentín se percato de las carcajadas pero no de que el motivo de ellas era otro, “¿si siempre se reían de el por qué iba a ser ahora distinto?” , aún así aquellas risas le ponían muy nervioso y pisaba con fuerza el acelerador, olvidándose por completo de bajar el freno de mano, el condón crecía más y más a medida que daba fuertes acelerones, hasta que por fin el látex llego a su máxima elasticidad y entonces  exploto,  el susto fue tan grande  que Valentín sufrió  una parada cardiaca. 

Ya en la cama de su habitación de hospital, pudo reflexionar y decidió que había llegado el momento de coger el toro por los cuernos. Aquella situación no se debía de  volver a repetir ni por asomo  y así, al fin, Valentín adoptó un cambio drástico en su forma de vivir y comenzó a…  usar el transporte público.

Cabizbajo, agarrado a la barra del autobús, Valentín piensa en una jubilación cuya línea de meta ha sido borrada, para  ser redibujada más lejos si cabe. No habrá medallas para los ganadores de esta macabra maratón.



sábado, 14 de enero de 2012

Samira

No sé si recordareis a Samira, fue la mujer que permitió a Ricardo descubrir su cáncer de próstata; Samira no es una enfermera, su profesión es mucho más antigua, es una prostituta y la forma en que Ricardo empezó a sospechar que tenía cáncer fue después de un mete-saca acelerado tras el que encontró una mezcla de semen y sangre en su condón.

Pero volvamos a Samira, no os creáis que conozco a Samira porque yo también frecuente la güisquería del barrio; aunque quisiera no podría, con lo que gano me da lo justo para mantener el bar y llegar a fin de mes, pero hubo un tiempo en el que las cosas me iban mucho mejor; incluso pude permitirme poner un anuncio para buscar una camarera que me permitiera ir menos estresado con el curro y, de paso, darle una mejor imagen al local. Una cara bonita siempre hace que vengan más clientes y de mejor humor.

Así fue como conocí a Samira, ella acababa de llegar de Marrakech en busca de una vida mejor. Recuerdo que desde el primer momento su exótica belleza me conmovió, los ojos más negros que jamás he visto iban a juego con su larga y oscura melena; tras intercambiar unas palabras y ver que se defendía medianamente bien con el español, decidí contratarla y ya la tenía al día siguiente poniendo copas en el bar.



Aquello fue un éxito inmediato, la clientela masculina aumentó considerablemente y todos querían que fuera Samira quien le sirviera la copa; además ella se desvivía por el negocio, siempre atendía a los clientes con una sonrisa y el mejor humor, incluso tenía arte para saber darles puerta a los malos bebedores cuando empezaban a alborotar.

Aunque la labor de Samira se limitaba a servir las copas, ella tan servicial, después de cerrar me ayudaba a limpiar el local y dejarlo todo en orden, reconozco que estaba maravillado con aquella chica y no era ajeno a sus encantos, tonteaba con Samira y ella se mostraba muy receptiva, así al cuarto día de trabajo nos liamos; una cosa llevo a la otra y terminé acostándome con Samira, aquel fue uno de los mejores polvos de mi vida, no sé si apoteósico será la palabra más exacta para definirlo, pero es la única que se me ocurre; para mi sorpresa descubrí las sabanas manchadas de sangre, Samira había perdido su virginidad conmigo y aquello iba muy en serio.

Al día siguiente, tras poner el cierre al local, nos miramos los dos fijamente y saltaron las chispas, los dos nos moríamos de ganas de volver a hacerlo y habíamos estado conteniéndonos toda la jornada; esta vez lo hicimos dentro de mí bar donde tan solo unas horas antes habíamos estado atendiendo a muchísima gente. El sexo con Samira era salvaje y frenético, follábamos como conejos, a todas horas y siempre que podíamos.

Tras la primera semana, yo estaba perdidamente enamorado de Samira y ya hablábamos del matrimonio. Una buena boda no es barata pero uno de los sueños de Samira era casarse de blanco, teníamos que ahorrar y seguir manteniendo unos buenos ingresos en el bar; por mí parte me hacía ilusión que el local pasara a ser de los dos, quién sabe, quizá un negocio familiar…

Con la rutina el sexo con Samira dejo de ser tan apasionante, al menos para mí. Confieso que no era capaz de satisfacer las insaciables ansias sexuales de esa mujer, pero la clientela seguía acudiendo numerosamente al local y Samira los atendía con su envolvente simpatía, hasta el punto de que en algún momento tuve que llamarle la atención a algún cliente que empezaba a propasarse con mi ingenua novia.

Haciendo balance vi que las cuentas cuadraban, para el año siguiente podríamos pagarnos una boda por todo lo alto. Mis padres no cabían en sí de la emoción, su único hijo iba a acometer el más sagrado de los votos, cierto es que no aprobaban mucho a mí novia, pero Samira siempre trataba de agradarles hablándoles de la rica cultura árabe de su país.

¿Cómo terminó aquello?, simple y llanamente aquello terminó de la noche a la mañana, Samira no vino a trabajar y yo estuve preocupado por ella durante tres días hasta que se dignó aparecer. Tampoco me dio muchas explicaciones, solo me dijo que lo nuestro no funcionaba y había encontrado un empleo mejor remunerado.

La clientela bajó a la misma velocidad con la que había subido, sin embargo, los habituales del local siguieron viniendo con asiduidad y, gracias a sus habladurías, logré enterarme del nuevo oficio de Samira, quizá por fin pueda conseguir su sueño de casarse de blanco.

miércoles, 27 de julio de 2011

Imanol

Después de 2 meses sin escribir sobre los personajes que vienen al bar, me apetecía hablar sobre uno de los grandes clásicos: Imanol, uno de los parroquianos más habituales que acude a diario para tomarse unos carajillos. Una vez desinhibido, a Imanol se le suelta la lengua y ya no hay quién lo pare, solía explicarnos "el porqué de las cosas", según Imanol,  el culpable siempre es el mismo, ya sea por acción u omisión, todas sus iras iban destinadas a la clase política que se abastece gracias a la sangre del pueblo.







Un día que Atilano estaba desconectado de la maquina (para jugar un mus), Imanol empezó a soltar de nuevo su retahíla de insultos dirigida a “esa pandilla de chupópteros que habría que erradicar del planeta”, Atilano, ni corto, ni perezoso, desafío a Imanol diciéndole que si tanto sabía como para cambiar el país... ¿¿por qué no se dedicaba él a la política??; aunque Imanol tiene una habilidad innata para salirse por la tangente, Atilano fue a más hasta acusarle de padecer el síndrome de klinefelter (hablando en plata… le dijo a Imanol que no había cojones).


El alcohol tiene un efecto distinto en cada momento y persona, y Imanol es de ese tipo de alcohólicos capaces de acometer las mayores bravuconadas con unas copas de más.


Todos sabemos que en realidad de política no tiene ni puñetera idea; aún así, Imanol, incapaz de hilar un discurso coherente, termino como candidato a la alcaldía. Y lo cierto es que sabe moverse como pez en el agua en este submundo que es el bar, donde quién más o menos todos estamos bien jodidos, vamos que ahora tiene el terreno abonado como para triunfar sin tener que cambiar un ápice sus fanfarronadas , además, resulta divertido ver como ha terminado convirtiéndose en aquello que odiaba… Atilano y yo pensamos votarle.


lunes, 30 de mayo de 2011

Jesús y Alberto

Jesús y Alberto son los “munipas” del barrio, a los dos les conozco desde que eran unos “pitufos”. Todas las mañanas vienen a desayunar al bar, siempre me gusta joder a Jesús poniéndole un toque irlandés en su café. Sé de sobra que no puede beber estando de servicio, pero el muy cabrón finge no darse cuenta del sabor a whisky y se lo acaba tomando sin rechistar. 
Si Jesús no hubiese entrado a la policía hubiese sido un delincuente,  de hecho no estoy muy seguro si no lo es pese a llevar un uniforme. En el instituto era el más liante de todos sus compañeros, dedicaba su vida a joder la de los demás. Siempre andaba metido en todo o metiéndose de todo. Sus padres tenían claro que ya que iba a pasar la vida en una comisaría, sería mejor que por lo menos cobrase por ello. Aunque para cobrar, cobrar… los que cobran son los niñatos que se pasan de listos delante de él. Pese a que hay algo en ellos que le recuerda a él mismo, Jesús se muestra. Un día se jactaba en el bar de lo que le había hecho a uno de esos críos ese mismo día. Un “perroflauta” que cometió el error de gritarle a Jesús mientras le cacheaban: “¡Más os tenían que matar!”. Al llegar a la comisaría Jesús saco un par de “gramos” del “cajón de los marrones” y los metió en una bolsa junto a una china de hachís incautada al incauto melenudo. En menos de un mes le llegará la denuncia, y lo que nunca podrá demostrar es que aquella papela pertenecía a otro joven que fue más educado con Jesús. 

Su compañero ríe mientras escucha la anécdota, pero en realidad Alberto es completamente distinto al capullo de su amigo. Alberto es listo, trabajador y honrado, además de ser un buen policía, pero le permite todo a Jesús porque siempre han sido amigos, siempre le ha tenido mucho respeto. La familia de Alberto no tiene dinero y cuando cumplió los 18, su padre le dio a elegir entre prepararse las oposiciones para policía o meterse a repartir embutidos con él. Alberto decidió ser policía, pero aún así se pasa el día igual que su padre; conduciendo de aquí para allá llevando la parte de atrás del vehículo llena de “chorizos”. En todo lo que lleva de policía sólo ha perdido una vez los papeles. Cuando un pijo universitario le lanzó una botella de Martini llamándole fascista. Alberto le dio un puñetazo al joven que se derrumbo en el suelo en el acto. Jesús le cubrió las espaldas a Alberto. “Jesús se pasa a veces, pero uno siempre puede contar con él.”   


martes, 24 de mayo de 2011

Juanlu

Juanlu acaba de cumplir los treinta. Cuando tenía once se imaginaba a esta edad igual que Sonny Crockett, el protagonista de Corrupción en Miami. Pero la realidad es que, al llegar a la treintena, su vida tiene poco que ver con lo que imaginaba. Está casado y tiene tres hijas con una mujer que ya no soporta; apenas consigue trabajar unos cuantos días al mes… y ni rastro del Testarrosa blanco que montaba Don Jones. Se ha tenido que conformar con un BMW tuneado. El único momento decente del día es cuando se pasa con los del barrio por el bar para tomar unos “botijos”.

Decidió salirse del instituto porque estudiar no era para él. Su padre le enchufó en una obra como ferralla. Desde entonces lo único que ha hecho ha sido preñar a su chica de toda la vida, correrse juergas, echar horas y fundirse medio sueldo en tunear su coche. Ahora apenas queda trabajo en la obra, no sabe qué va hacer para mantener a su familia y mucho menos para pagar la hipoteca. Su primera decisión ha sido vender su querido auto… Se le encoge el corazón al contemplar todas sus ventanillas empapeladas con un anuncio de venta. Pero nadie llama, ¿quién va a querer pagar una pasta por un carro personalizado por un mamarracho? 



Culpa de su fracaso a sus padres, a Zapatero, a Rajoy, al banco… pero quizás debería recordar que ellos no fueron los que pasaron de poner una “gomita” en su polla o los que le obligaron a dejar de estudiar, y mucho menos ninguno de ellos se gastó el sueldo de un mes en un alerón gigante cuando las cosas parecían ir bien.