De niña Marina se pasaba el día entrenando, soñaba con ser una gran esgrimista. Cuando veía El Gatopardo sentía una extraña nostalgia de aquel tiempo, le hubiese encantado vivir entonces y ser la única espadachín del mundo, batiéndose en duelo con cualquiera que la retase. Como eso era imposible, se conformaba con el sucedáneo de practicar su deporte preferido.
Tras muchos combates y mucho esfuerzo logró su sueño, un montón de medallas que se convirtieron en su tesoro más preciado. Pero la esgrima en un país como España no parece ser un oficio que le asegure el futuro a nadie, por lo que Marina, aprovechando que venía de una familia acomodada, decidió montar un negocio de importación-exportación. Así logró hacerse con un montón de dinero y las medallas quedaron relegadas al último cajón de su armario. Una inmensa flota de coches de lujo, viajes por el mundo, casas, drogas, vestidos… esos fueron los nuevos tesoros de Marina, tesoros de los que tuvo que despojarse al quebrar su empresa.
Tras muchos combates y mucho esfuerzo logró su sueño, un montón de medallas que se convirtieron en su tesoro más preciado. Pero la esgrima en un país como España no parece ser un oficio que le asegure el futuro a nadie, por lo que Marina, aprovechando que venía de una familia acomodada, decidió montar un negocio de importación-exportación. Así logró hacerse con un montón de dinero y las medallas quedaron relegadas al último cajón de su armario. Una inmensa flota de coches de lujo, viajes por el mundo, casas, drogas, vestidos… esos fueron los nuevos tesoros de Marina, tesoros de los que tuvo que despojarse al quebrar su empresa.
Ahora sólo conserva sus medallas y una enorme deuda. En un intento desesperado de conservar su tesoro de juventud ha decidido llamar a los medios para que se hagan eco de su situación. Lacrimógenos reportajes han intentando que el pueblo se apiade de ella y así no tenga que vender sus preciadas medallas de oro. Pero cada uno ya tiene suficiente con lo suyo. Mientras, en una pared del bar, entre escudos del Real Madrid y extraños objetos de merchandising, una victoriosa foto de Marina sigue allí colgada, pese a que haga años que ella no pasa por allí.
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