Julián se ha dedicado al oficio de pistolero durante mucho tiempo, pero no esa clase de pistolero que era Clint Easwood en Por un puñado de dólares. Antes de que saliese el sol, Julián ya iba con su monovolumen camino del Yakarta, una cafetería situada en una esquina de plaza elíptica. En la puerta siempre le esperaban un buen número de ávidos inmigrantes ilegales, de los cuales cada día tenía que elegir a una afortunada cuadrilla; montaban en el vehículo y “camino al tajo”. Esta especie de capataces de nuestro tiempo son conocidos con el nombre de pistoleros.
<<Lo peor de este trabajo es llenar mi coche de negros y panchitos… su olor a sudor se queda en la tapicería>>. Julián adoraba el olor a concesionario en la tapicería de su coche y siempre repetía la misma cantinela mientras jugaba al mus los domingos en una esquina del bar. Siempre perdía a las cartas y le tocaba pagar los pelotazos de sus amigos, pero eso nunca le importo mientas las cosas le iban bien. Los tiempos han cambiado, los pistoleros no han sido una excepción en el sector de la construcción y, al igual que muchos currelas, Julián cada vez tenía menos trabajo. Por esto un día tuvo que dejar de pagar las letras del monovolumen, el banco se lo quedo y ya la tapicería ni la huele.
Ahora es él quien espera en la acera del Yakarta rodeado de inmigrantes y los días que tiene más suerte monta en un monovolumen como el suyo, eso sí… esta vez él va en la parte de atrás.
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